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Cuando hice mis primeras incursiones en este oficio y en este arte que
es la traducción mis únicas herramientas eran un lápiz, un borrador, un bloc de
hojas rayadas y tres pesados diccionarios, uno bilingüe, y dos monolingües, uno
para el idioma de fuente y otro para el idioma de llegada. En esos tiempos los computadores
eran extremadamente pesados, lentos, caros, difíciles y aburridos de usar para
cualquier cosa que no fueran videojuegos (que por entonces eran bastante
primitivos, por cierto), y el Internet era todavía más una promesa que una
realidad.
El traductor entra dentro de la categoría del “trabajador del
conocimiento”. Un trabajador del conocimiento es aquel que piensa para vivir, y
dado que el pensamiento no es más que un tipo muy complejo de procesamiento de
información, es normal que las mejores herramientas para pensar sean aquellas
de la tecnología de la información. Hoy en día la velocidad de la innovación de
la tecnología informática es vertiginosa, y no escasean las herramientas
disponibles para facilitar la labor del traductor. Por la misma razón, esta
labor está cambiando constantemente, a la par con esa innovación,
co-adaptándose cada vez más profundamente con una ecología de herramientas que
se han llamado colectivamente como programas de TAC (Traducción Asistida por
Computador). Estos incluyen programas que se necesitan para cualquier tarea que
implique procesamiento de información, como libros digitales de consulta (con
sus respectivos programas de lectura), interfaces de búsqueda de datos, correo
electrónico y procesadores de texto. Pero dentro de la TAC también podemos
hallar herramientas más especializadas.
El software de TAC más especializado para la traducción es el mal
llamado software de memorias de traducción. De hecho, mucha gente realmente se
refiere a este software cuando menciona el software TAC. Algunos autores
proponen que el tipo de software especializado al que me refiero se llame “herramientas
de ambiente de traducción”. Estos ambientes de traducción desempeñan varias
funciones para hacer más eficiente la traducción, entre ellas la función de
memorias de traducción. De manera que hay quienes denominan a los ambientes de
traducción por su hiperónimo (TAC, que es una categoría más amplia) y hay
quienes los denominan por su hipónimo (memorias de traducción, que son un
subconjunto de sus funciones).
En un software de ambiente de traducción tanto el texto de fuente como
el de llegada están visibles simultáneamente, en campos de texto adyacentes
pero separados, y las partes del texto de fuente que el traductor ya hubiera
traducido, aparecen en el campo de texto de llegada para que el traductor las
use o deseche a su acomodo al componer su texto de llegada, actuando de esta
manera como un asistente de memoria extendida. También permite acceder a los
glosarios que el traductor haya realizado o a los que tenga acceso como parte
de un proyecto colaborativo, así como administrar proyectos, entre otras
funciones más especializadas, aunque estas tareas también se pueden realizar
con otras herramientas, como mencionaré más adelante.
Este tipo de software tiene sus ventajas y sus desventajas, de manera
que considero que es mejor utilizarlo solo cuando sus aspectos positivos se
pueden aprovechar al máximo. Existen varias opciones dentro de las herramientas
de ambiente de traducción, el que usamos actualmente en Translatare es Trados,
que es también el más popular, pues es un macro que se integra con Microsoft
Office, generando dentro del documento Word mismo los dos campos de texto,
distinguidos por colores pastel de fondo, y por su posición (el de fuente
arriba y el de llegada abajo).
Trados permite además usar fragmentos en la memoria que no son exactamente
idénticos al segmento actual, pero que son suficientemente parecidos para ser
útiles. En ese caso, Trados indica qué tanta divergencia hay entre el fragmento
recordado (traducido en otra ocasión) y el actual, indicando un porcentaje de
similitud. Cuando son exactamente iguales, esta indicación es del 100%. Una de
sus limitaciones es que solo funciona para textos de llegada en formatos
compatibles con Microsoft Office y con archivos PDF cuando tienen ROC
(Reconocimiento óptico de caracteres), permitiendo la digitalización del texto,
lo cual no siempre es el caso. Otro factor limitante de Trados es su alto
precio, lo cual hace difícil adquirirlo o actualizarlo.
Otra herramienta especializada con la que contamos es AnyCount, un
contador de palabras con el cual se puede hacer un conteo más preciso dentro de
una variedad de formatos de documento incluyendo PDF e imágenes además de los
tradicionales documentos de Microsoft Office. Si bien con Microsoft Word se
pueden contar las palabras fácilmente, sus opciones son limitadas y de hecho
esta misma opción no se tiene de manera nativa para otros tipos populares de
documentos, como Excel y Powerpoint. AnyCount puede hacer conteos de palabras
para la mayoría de formatos comunes. Además cuenta con la opción de elaborar
automáticamente una cuenta de cobro o factura a partir de los documentos
seleccionados, todo lo cual es útil a la hora de producir estimados de costos
de traducción (por palabra) para cualquier documento.
Podría decirse que la labor solitaria y rudimentaria del traductor, se
está tecnificando y colectivizando al mismo tiempo. La era digital no solo nos
permite procesar mejor la información, sino también compartirla mejor, para
coordinar tareas colaborativamente. El traductor 2.0 debe compenetrarse no solo
con la máquina, sino con otros traductores, con los clientes potenciales y
reales, y con el mercado y la sociedad. A este respecto, el Internet es
invaluable, y sobre todo tener una dirección web y un buzón de correo
electrónico que sirvan de plataforma de contactos, para mostrarse al mundo y
atraer más y mejor trabajo.
Como es bien sabido, el lenguaje natural, a diferencia del lenguaje
formal que rige al mundo de las matemáticas y la informática, es ambiguo, y en
esa ambigüedad reside su poder. Sin embargo, esa ambigüedad, fruto de las mil
maneras que hay para decir las cosas, se convierte también en una barrera
lingüística a la hora de traducir un texto como parte de un equipo de trabajo.
Dentro del discurso de un solo individuo está permitida una cierta
variabilidad en la dicción mientras se mantenga el registro y la coherencia del
tono. Pero la terminología técnica está plagada de sinonimias, homofonías,
homonimias, hiperonimias e hiponimias que se pueden intercambiar
descuidadamente en un contexto literario, donde el factor entretenimiento tiene
una mayor importancia relativa. Sin embargo, en el contexto técnico, donde la
mayor importancia relativa la tiene el factor instrucción, la claridad requiere
coherencia terminológica, que si ya es difícil de lograr en un individuo, se
convierte en una variabilidad volátil entre traductores distintos.
La herramienta que soluciona este problema de coherencia terminológica
de forma más costo-efectiva es Google Docs. Mediante esta aplicación, en
nuestra red de colaboradores se mantiene una serie de glosarios que se
consultan y editan simultáneamente en tiempo real por Internet, sin una
jerarquía editorial, pero con un sistema de reglas claro que nos permite por un
lado unificar términos, y por otro resolver rápida e inequívocamente cualquier
conflicto acerca de cuál es la palabra precisa. Y por supuesto, con una opción
para revisar y deshacer una historia de ediciones de cada colaborador, lo que
permite realizar una unificación centralizada en caso de necesitarse.
Google Docs no es útil solo para unificación de terminología sino para
gestión de proyectos con múltiples colaboradores, al permitir establecer un
tablero organizacional de acceso más o menos abierto a los colaboradores, que
contiene los datos relevantes de un proyecto, asignando tareas específicas a
personas específicas, e indicando instrucciones generales, tanto a nivel de
operaciones internas, como de administración basada en la relación con los
clientes como de contabilidad financiera.
En el año 2012 Google lanzó Google Drive, su propia versión de un tipo
de aplicación que recientemente había comenzado a expandirse, clasificados
globalmente dentro de la expresión “computación en la nube”, en la que se
ofrecen servicios de almacenamiento, transferencia y procesamiento de datos y
archivos por Internet. Al mismo tiempo que Google comenzó a expandir a Google
Docs para incluir no solo documentos de texto y hojas de datos, sino también
formularios, presentaciones, dibujos, cálculos gráficos, y firmas electrónicas,
lo fusionó con Google Drive.
Google Drive ofrece el mismo servicio que Dropbox, un participante
importante en el mercado de la computación en la nube: almacenamiento en línea
de todo tipo de archivos con lectores para la visualización de esos mismos
archivos, y ofreciendo la capacidad de acceder a ellos en diferentes lugares y
dispositivos con solo tener Internet y la aplicación correspondiente. En ambos
casos, por debajo de cierto límite de almacenamiento, el servicio es gratis, y
por encima, se ofrece bajo algún modelo de pago.
El gran problema de Google Docs es que para permitir la edición de los
documentos de texto en su propia plataforma basada en el navegador de Internet
(rasgo que Dropbox no ofrece, pues se especializa más en compartir archivos de
varios tipos, incluyendo audiovisuales, sin editarlos) requiere usar formatos
muy parecidos pero levemente distintos de los más populares formatos de
archivos que usa Microsoft Office. Esto implica que para documentos muy
sencillos no hay diferencias, pero para documentos en los que se usan las
opciones más avanzadas de Microsoft Office, los documentos, al ser
reconvertidos por Google Drive para su transferencia, pierden parte de la
información o del formato del archivo original. Por otro lado, aunque Microsoft
Office sigue siendo el estándar, eso podría cambiar con el advenimiento de
software para procesamiento de palabra libre y de código abierto, robusto y
ágil, como LibreOffice, aunque este aún carece de algunas de las opciones más
avanzadas de Microsoft Office.
La gran ventaja de Google Docs es ser parte del universo de Google, una
compañía que está dedicada a soluciones por Internet, y que está en constante
crecimiento, de manera que, mientras que la posibilidad de colaborar en línea
en un archivo no la tiene Microsoft Office (excepto con aplicaciones
absurdamente tediosas, como Microsoft Groove, suficientemente complejo de usar
para que su mal manejo pueda fácilmente ser la causa de pérdida de información
importante, pero sobre todo de tiempo valioso, incluso cuando funciona bien),
en cambio Google Docs está en constante desarrollo y expansión, acercándose a
la realización del paradigma de la oficina digitalizada y sin papeles: un
ambiente de trabajo en el que el uso del papel es mínimo o nulo, con beneficios
productivos, económicos y ecológicos.
Un paso positivo en esta dirección lo ofrece la reciente fusión de la
compañía HelloSign con Google Drive, permitiendo la firma electrónica de
contratos mediante documentos en la nube. Aunque actualmente las firmas
electrónicas tienen peso legal solamente en Estados Unidos, India y países
miembros de la Unión Europea, no cabe duda de que esta figura legal está en
constante expansión. De manera que las firmas electrónicas son un tipo de
herramienta que ya existe pero del cual actualmente no podemos sacar provecho,
excepto mediante la implementación de certificados digitales, para lo cual hay
que incurrir en gastos de servicios de terceros en certificación digital.
La tecnósfera de la traducción asistida por computadores está
evolucionando constantemente, incluyendo innovaciones que hace pocos años eran
consideradas como pertenecientes al mundo de la ciencia ficción, y que ahora
están aquí para quedarse, y cuyos muchos usos posibles estamos recién descubriendo,
entre ellos, de importancia para nosotros, la asistencia en la traducción.
Entre estas están los servicios de traducción automática, los aparatos
electrónicos portátiles y los programas de reconocimiento automático de voz,
los cuales reseñaré brevemente en lo que queda de este artículo.
La herramienta más popular en traducción automática es la página Google
Translate, en la cual se puede escoger un par de idiomas entre varios pares y
direcciones posibles, introducir un texto, y producir automáticamente un texto
escasamente utilizable en el idioma de llegada. Google Translate tiende trampas
engañosas con una frecuencia alarmante, devolviendo un texto que a primera
vista parece fluido y coherente pero que en realidad es un galimatías sin
sentido, o peor aún, un texto perfectamente semántico y gramático que no tiene
relación alguna con el contenido del texto de fuente. Esto dificulta
enormemente la traducción, pues si al comienzo había un texto de fuente que de
por sí puede ser complejo y lleno de minas y cáscaras, ahora hay dos textos,
uno de fuente, y otro intermedio que, si no se es cuidadoso, puede interponerse
y confundir al traductor, desviándolo de su camino.
La siguiente innovación, mucho más útil y versátil, son los aparatos
electrónicos portátiles, cuya mayor utilidad para un traductor es la de actuar
como una fuente más o menos inmediata (dependiendo del aparato y la aplicación
que se usen) de acceso a material digital de referencia, (vademécums,
enciclopedias, glosarios, diccionarios o bases de datos terminológicos, en
línea o fuera de línea, monolingües, bilingües o plurilingües). Aunque esto se
puede hacer en el mismo computador que el traductor usa como estación de
trabajo, la proliferación de ventanas y aplicaciones puede entorpecer un poco el
flujo de trabajo. Por otro lado, consultar un aparato distinto es al menos una
excusa para cambiar leve y brevemente de posición el cuerpo, lo cual para un
traductor ya es un lujo. Y por supuesto, estos aparatos, ya sean teléfonos
inteligentes, tabletas o lectores de libros electrónicos, tienen una utilidad
invaluable a la hora de traducir fuera del propio entorno, o de interpretar
(realizar traducción simultánea oral), aunque el acto de consultarlos todavía
se pone un poco en el camino, interfiriendo con el flujo de la traducción o
interpretación.
La barrera que las herramientas de consulta actualmente imponen al flujo
de la traducción o interpretación, sin embargo, será superada dentro de muy
poco tiempo, sobre todo con el advenimiento de dos nuevos herramientas, que
revolucionarán no sólo la traducción, sino todos los demás aspectos de nuestras
vidas, si no directamente al ser asimilados velozmente, al menos
indirectamente, iniciando una nueva oleada de innovaciones competitivas por
participar en el mercado del tipo de herramientas que estos productos
implementan. Una de estas herramientas es Google Glass, un hardware consistente
en una lente con monitor. La otra herramienta es el producto principal de la
compañía Dragon NaturallySpeaking, un software que escribe dictados, y
sus variaciones (para distintos sistemas operativos de teléfono, tableta o
computador).
Estas dos herramientas nos acercan al paradigma del ciborg, que
significa organismo cibernético, es decir, uno en el cual los sistemas
regulativos de control se han expandido más allá del cuerpo, hacia aparatos
tecnológicos que expanden las capacidades perceptivas y accionantes del cuerpo
humano. Y al mismo tiempo nos acercan a otro paradigma, menos anticipado, pero
quizás más inminente y revolucionario: la ropa tecnológica. Este concepto se
refiere a aparatos computacionales que en vez de ser cargados en bolsas o
bolsillos, se llevan de la misma manera que accesorios de indumentaria tales
como gafas, pulseras, pendientes o cinturones. Esta tendencia, permitida por la
imparable miniaturización de los chips y las baterías, permite una mayor
movilidad que a su vez repercute en la proliferación del fenómeno del
teletrabajo, también llamado trabajo a distancia, o trabajo desde el hogar.
Dragon NaturallySpeaking, que ya está en el mercado, es una aplicación
de reconocimiento de voz que sirve para hacer dictados que transforman la voz
automáticamente en texto, así como para convertir texto en voz sintética y para
ejecutar comandos de voz. Todo esto ya promete ser una manera mucho más
eficiente e intuitiva de interactuar con los computadores y robots, pero sobre
todo presenta una gran oportunidad para la gente que trabaja con textos, entre
ellos, por supuesto, los traductores. Hay casos en los que el texto a traducir
es suficientemente sencillo y voluminoso para que valga la pena invertir en un
asistente humano que tome un dictado, ya sea presencialmente o a partir de una
grabación digital que se puede enviar por correo. Esto es suficiente cuando
esas condiciones se cumplen ocasionalmente, pero cuando el grueso de los
trabajos son de esta índole, comienza a volverse una opción atractiva invertir
en automatizar el proceso del dictado.
Google Glass, que al momento de completar este manuscrito sigue en fase
de desarrollo, será la primera comercialización masiva de un dispositivo óptico
de realidad aumentada, es decir, que permite ver más información acerca del
entorno de la que es visible a simple vista, e incluso consultar información
auxiliar sin perder el sentido de orientación visual del entorno. Es decir, que
mediante el uso combinado de un “monitor manos-libres” y reconocimiento de voz
será posible componer mensajes de texto mientras se cruza la calle sin peligro,
y por supuesto, consultar material de referencia sin perder de vista el texto
de trabajo o a los clientes en un trabajo de interpretación.
Antes de siquiera pensar que algún día sería un traductor, yo leía mucho
sobre la Inteligencia Artificial y estaba muy emocionado por llegar a ver una
máquina pasar la prueba de Turing. Luego cuando me hice traductor, comencé a
temer ese momento, porque sabía que el día en que un computador fuera capaz de
generar lenguaje natural los traductores nos quedaríamos sin trabajo. Pero
ahora soy un optimista racional: los robots y la inteligencia artificial son
sólo la última expresión de una tendencia antigua que jamás se detiene, y de
hecho, todas nuestras vidas mejoran cuando aquellos mejoran, incluso si algunos
de nosotros tenemos que encontrar nuevas formas de trabajo. Por supuesto que a
mí me gustaría teletrabajar desde una cafetería con vista al mar, con un lente
Google Glass tomando mis dictados.
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