August 17, 2007

Relato ilustrado

El siguiente es el relato de una caminata, del cuál tengo algunas fotos:

El jueves 16 de Agosto salí con mi primo Diego a caminar por las cuestas de al pie de Piedecuesta. Recordé los viejos tiempos, y cómo llegaban momentos en los que uno pensaba que estaba perdido, cuando en realidad las carreteras son como los ríos, el más pequeño sendero de cabra llega a un camino de herradura, y éste llega a un camino despavimentado, y éste llega a un camino burdamente pavimentado, con relieve en medio del pavimento, y éste llega a una carretera, y ésta llega a la autopista, y ésta llega a la casa. Así tambien son los ríos, uno empieza encontrándose con un caudal imponente, y luego se va dando cuenta cómo por aquí y por allá le van llegando cascaditas chiquitas, hilillos de agua que a veces no se notan sino por un caminito de musgos entre unas piedras. A medida que uno sube, cuando se topa con una cascada inescalable, al dar un rodeo y volver a buscar el río, uno se topa con algo que más bien es un afluente, pues ya es más chiquito, pero sigue siendo bonito, y uno lo sigue río arriba hasta la próxima cascada infranqueable. Y así hasta llegar al nacimiento de un río, hazaña que nunca he logrado en este tipo de caminatas (solo una vez lo logré pero subiendo en bus, en una salida del colegio al nacimiento del río bogotá, que es un mini paraiso). Cuenta Diego que bien arriba, uno de los nacimientos de afluente brota del suelo formando un pozo sin afluentes.

Ya cuando uno no encuentra más rodeos a las cascadas, toca devolverse un poco y coger otro afluente, o cuando uno ya esta cansado, coger el último camino de cabra con el que se haya topado, y éste lo llevará de vuelta a la casita. En cierto momento uno se rinde ante un inmenso muro de 20 metros de piedra o de raices y tierra suelta, y se devuelve deslizandose varios metros por sobre la hojarasca de un solo salto, para devolverse hasta la última encrucijada, y coge otro camino. En la encrucijada los perros orinan, es su manera de dejar señales para no perderse. Cuenta Diego que cuando sale a caminar solo por Pamplona con su perro Zero, se ven paisajes similares pero sin ni una sola finca, y con más animales salvajes, como gavilanes territoriales que se le mandan a uno si uno se les acerca demasaido.

En esas caminatas pamplonesas, cuenta Diego que le gusta jugar al escondite con Zero: cuando él se distrae, sale corriendo y sube a algún lugar de dificil acceso, y se queda mirándolo, hasta que se da cuenta que se le perdió Diego, y comienza a buscarlo. Después de un momento, encuentra el rastro y se acerca rápidamente con la nariz pegada al suelo. Entonces Diego sale corriendo más lejos aún, y en ese momento le juega un truco que le juegan los venados a sus depredadores: salen corriendo en una dirección obvia, y devuelven sus pasos hasta cierto punto en que ven que pueden coger una dirección menos obvia, y por ahi si se alejan. Lo que hace el depredador es seguir derecho, y de repente quedar sin más camino por olfatear. Pero eso solo sirve para retardarlo, y Zero después de volver del camino ciego, encuentra a Diego. Otra ventaja de los perros es que ellos cogen el mejor camino siempre, por ejemplo en cierto momento subí un lugar dificil, y cuando Diego iba subiendo, los perros se vinieron adelante, y mientras diego subía por un camino que aparentaba ser más directo pero era más escabroso, los perros dieron un pequeño rodeo que los llevó arriba mucho más rápido, sin tener que escalar nada.

Todas estas observaciones y relatos de Diego me deleitan mucho. Vimos cómo en una tienda mataban una pequeña serpiente coral (me parece que era coral, se me olvidó cómo es que se distingue de la falsa coral, pero ahora que me acuerdo creo que es porque en la verdadera los anillos atraviezan el vientre y en la falsa no, pero no le paré bolas a eso; por cierto, la coral es mortalmente venenosa). Vimos peces, sapos, larvas, aves, conocí que un árbol que siempre me ha gustado se llama... Leucaena, creo. Después de haber salido a las 9:30 am, llegamos de vuelta con arruñones por todo el cuerpo, callos incipientes en los pies, mucha hambre, sed y cansancio, pero con una inmensa sonrisa.

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